viernes, 17 de abril de 2015

Taller de escritura creativa

Hola!


En esta entrada -y probablemente lo haga más a menudo-, incluyo un texto realizado por mí y nacido del taller de escritura que se realiza actualmente en Villaviciosa.



Por si alguien está interesado comento un poco que hacemos allí. Para empezar no penséis que es un sitio donde te miran las faltas de ortografía, te enseñan a utilizar el word y todo eso, no. Escritura va acompañado de CREATIVA. Aunque la profesora es muy maja y si le pedís que os corrija las faltas seguro que lo hace encantada. Se realiza en el Ateneo de 6 a 8. En esas dos horas nos dedicamos a leer un relato corto que ella nos da, después propone actividades y nosotros escribimos lo que podemos en un tiempo limitado. Por dar un ejemplo, el otro día nos puso música y teníamos que escribir según lo que nos transmitiese. También me acuerdo de un ejercicio muy divertido en el que los alumnos íbamos redactando y de repente ella decía palabras que teníamos que encajar sobre la marcha en nuestra historia. Hacemos un montón de cosas, no nos centramos solo en una tarea y estas nunca se repiten. Cada clase suele tener una temática: saltos en el tiempo, personajes, entonación... Y cuando el reloj se acerca a las ocho leemos los ejercicios optativos que nos manda en la anterior sesión, estos son los que están más elaborados y curiosamente los que peor me salen. He puesto uno entre las fotos de abajo, a ver que os parece. 



En fin, si os gusta la lectura y la escritura no dudéis en apuntaros, os dejo la página: Creatividad literaria






 La conocía de toda la vida, algunos días más y otros menos. Ella era un rascacielos, uno estrecho y alto, moderno, despampanante. Yo era la base, su acera, su amigo del alma. Intercambiábamos secretos, compartíamos aficiones, acabábamos y empezábamos todo juntos. Me acuerdo de aquel día, el día que lo acabamos todo.

El aire ya olía a primavera, pero todavía era invierno. Unos amigos habíamos quedado para salir y por primera vez los rayos de luz que reflejaban sobre la bola de discoteca rozaron mi piel.  Unos vasos de plástico, caraí, que vasos más grandes eran aquellos. La cabeza daba vueltas, o quizá era la noche, que estaba borracha. Era una noche de esas en la que la luna te mira y sonríe. Diana, el rascacielos, así se llamaba, quería salir a saludarla. Se aferró a mi brazo y corriendo me arrastró fuera de la discoteca, fuera de la ciudad, de la gente, me arrastró hasta un río.

-          -¡Buenas noches señora luna!- Gritó. Me pareció oír la respuesta.

Me sonrío, se giró y vomitó. Vomitaba serpentinas, una tras otra iban cayendo en el agua, los peces jugaban con ellas. Se giró, abrió el bolso y bebió su desmaquillante, de un trago. Saco la lengua, una lengua de fresa. Quería probarla, entonces le dí un mordisco, sabía bien. Sonrío, se giró y se zambulló en el agua. No la volví a ver más, supongo que aquel día no la conocía ni más, ni menos, tristemente no sabía nada de mi amiga con lengua de fresa. 












2 comentarios:

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